Allanando nuestro camino hacia el paraiso

César Curiel

El Evangelio nos muestra a una persona que tiene una misión que cumplir, preparar, allanar un camino para la llegada de un rey, un camino que se hace realidad en nuestros corazones.

Juan es la voz que nos pregona con un mensaje de Adviento: “¡Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca!”. Juan sí sabía el secreto de Adviento: enfocó su vida entera en la venida de Jesús. “Yo no soy el Cristo. Otro viene después de mí. Los bautizará con el Espíritu Santo y con el fuego”. Comprendía que su vocación, que lo consumaba totalmente, era la manera de preparar el camino del Señor.

No importa la edad, Dios quiere venir a nosotros pero no se impone, nos pide preparar el camino de nuestro corazón. Se trata de algo más difícil que construir carreteras, que sembrar en un terreno frutos, pues exige abrir el corazón y dejar que Jesús entre y reine. Eso es Adviento: espera, encuentro, preparación para recibir al Mesías.

Allanar ese camino que puede estar lleno de rencores, odios, vanidades, envidias, traiciones, infidelidades, falta de solidaridad, una conversión sincera que a través del testimonio de mi vida otros puedan llegar a Jesús. Conversión quiere decir estar dispuesto a hacer cambios, a ver la vida desde la felicidad de caminar, avanzar, nunca llegar.

Hace 24 años viví una experiencia extraordinaria, Jesús envió a varios hombres a allanar el camino de mi corazón, y lo hicieron como Juan el Bautista, con sencillez, humildad y fortaleza.

En un Cursillo de Cristiandad, Jesús sembró su amor en mi corazón y me confirmó una misíón, ser discípulo y misionero.

El Señor nos está llamando a la santidad, quiere decir que mientras no alcancemos esa meta, siempre hay lugar para cambio, para transformación, renovación o, dicho con otras palabras, nuestra vida cristiana siempre es camino de conversión.

Fuente: www.listindiario.com.do