La Europa comunitaria ha ganado un espacio como bloque que, en alguna medida, trasciende el papel protagónico que de manera individual han j...
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La Europa comunitaria ha ganado un espacio como bloque que, en alguna medida, trasciende el papel protagónico que de manera individual han jugado sus integrantes en momentos estelares. Es más que una simple suma de las partes: la idea de la integración, del derribo de las fronteras físicas y la adopción de políticas comunes que van desde códigos sanitarios y de ética hasta propósitos defensivos, pasando por una promoción impresionante de lo cultural, ha sido un anticipo en tiempo real del futuro de la globalización. Un ejemplo a seguir, conocidas y aceptadas las sombras y las luces.
Ha supuesto tal engarce de nacionalidades, productos internos brutos, normas comerciales, disposiciones migratorias y hasta de una política exterior común cada vez más amplia, un reto para la diplomacia, incluso de naciones pequeñas como República Dominicana, de repente frente a la multiplicidad de los miembros nacionales y una comunidad que interactúan y se alimentan recíprocamente, pero mantienen una independencia relativa. En los últimos seis años, nuestro país se ha manejado con inteligencia, moderación y constancia, signos positivos de madurez y comprensión de los nuevos signos en las relaciones internacionales.
En Europa Occidental, la acción diplomática dominicana ha acometido con eficiencia el principio básico de toda política exterior: la defensa de los intereses nacionales. Los resultados han sido altamente positivos: aumento de las inversiones, un acuerdo de cooperación económica que va más allá del mero intercambio comercial, más turismo, más comercio y mejores atenciones para los núcleos de dominicanos esparcidos por la geografía europea. Importante, mucho, la imagen de la República Dominicana ha mejorado de manera notable. Se le ve en tránsito rápido hacia una democracia más participativa, con instituciones más sólidas, una economía manejada con tacto y un inventario de recursos humanos de primera. Nos alejamos aceleradamente del estereotipo de república bananera.
No es casual. La política hacia Europa ha sido cuidadosamente coordinada, entre diseñadores y ejecutantes. Leonel Fernández ha sido el único mandatario dominicano recibido oficialmente por la realeza, primeros ministros y presidentes de los principales países europeos por lo menos una vez, el Vaticano incluido. El ministro Carlos Morales Troncoso ha visitado el Continente en múltiples oportunidades en tareas diplomáticas. En los temas más trascendentes, las embajadas dominicanas en Europa han coordinado esfuerzos e intercambiado ideas e informaciones. La acción diplomática ha sabido diferenciar lo comunitario de lo nacional, en Europa, y, sin embargo, apreciar la sutileza envuelta en la toma de decisiones y formulación de las políticas en las dos esferas del Viejo Continente.
Europa, luego de Estados Unidos, es la segunda línea de defensa en nuestra estrategia diplomática, dada la importancia creciente del comercio, las inversiones, el turismo y los miles de dominicanos asentados en España, Suiza, Italia, Países Bajos, Bélgica y Alemania, principalmente. De ahí la importancia de una buena imagen, cultivada con las campañas de promoción del turismo, presentaciones culturales y enfrentamiento enérgico pero con tino de las usuales campañas de desinformación y manipulación de nuestra realidad y las relaciones con nuestros vecinos. Una política de transparencia y diálogo con las organizaciones no gubernamentales ha sido el mejor método.
En diplomacia como en casi todo, sin embargo, los éxitos no son tales a menos que perduren y se correspondan con un seguimiento de las políticas, su eficacia y posibilidades. La flexibilidad y rápida adaptación a los cambios es condición sine qua non. La crisis que conmueve Europa plantea nuevas oportunidades, pero también peligros que habrá que enfrentar con respuestas rápidas.
Tres aspectos de la situación vivida por Europa en el año que recién terminó implican consecuencias para la política exterior dominicana ya que de alguna manera u otra podrían afectar nuestros intereses o la manera como nos relacionamos con esa parte del mundo. Las dificultades experimentadas en el 2010 influenciarán negativamente el 2011. Básicamente se derivan de la indisciplina fiscal y un modelo de crecimiento basado en una tasa de interés baja.
El dinero barato, a su vez, infló la burbuja inmobiliaria que al explotar ha afectado seriamente la banca, a su vez componente esencial de un sistema financiero en tensión por el riesgo de impago de la deuda soberana por parte de varios países.
La combinación de estas circunstancias ha arrojado una sombra de dudas sobre la viabilidad del euro y los constreñimientos que la moneda común impone sobre todo a los países más débiles. La respuesta de la Unión Europea a la crisis en Grecia e Irlanda se ha convertido en otra crisis y un factor de "europesimismo" por la tardanza en acometerse la operación de rescate, la evidente división entre los miembros, amén de que fue necesaria la intervención de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional. De hecho, la Unión Europea se vio precisada a violar sus propias disposiciones que prohibían el salvamento de los delincuentes fiscales.
Súmese a la crisis el lento crecimiento económico, negativo en algunos casos y endeble, en otros, con la excepción de Alemania y Francia. Es, pues, previsible que la desaceleración económica en algunos países de la Unión así como el desempleo consecuencia de los ajustes y del bajo crecimiento, se refleje negativamente en la demanda de productos extra-europeos.
El otro punto que ya nos afecta es la creciente oleada de opiniones y esfuerzos de los países de la Unión para contener la inmigración. Hay un marcado sentimiento anti-inmigrante que ha servido de plataforma para ganancias electorales de partidos derechistas, como es el caso de Suecia, Holanda y Austria. Definitivamente, Europa cierra sus puertas a los inmigrantes, y la demanda de mano de obra producto de una población que envejece será suplida con fuerza laboral de Europa del Este.
La crisis económica coincide con la debilidad del liderazgo político. Angela Merkel, en Alemania; Nicolas Sarkozy, en Francia; Rodríguez Zapatero, en España, y Silvio Berlusconi, en Italia, sufren de baja aprobación en las encuestas. En Gran Bretaña gobierna una coalición de liberales-demócratas y conservadores, mientras que en Irlanda pronto habrá elecciones. Mal augurio cuando la política y la economía acusan crisis. Las repercusiones sociales pueden ser profundas.
No obstante, la Unión Europea se esfuerza en implementar una política exterior común más asertiva, con marcadas diferencias de Estados Unidos. Prueba son las relaciones de buena vecindad con Rusia y la posición de mayor firmeza frente al conflicto árabe-israelí, amén de un debilitamiento de los lazos que crea la Organización del Tratado del Atlántico Norte, como se evidencia en Afganistán. Claro, hay el riesgo de las contradicciones entre las relaciones bilaterales con los países miembros y con la Unión. En todo caso, estamos obligados a coordinar rigurosamente las acciones de nuestras embajadas en Europa en todos aquellos temas objeto de atención en Bruselas.
Este panorama, desolador en más de un sentido y que ha generado las mayores tensiones en el seno de la Unión Europea plantea los siguientes retos para la diplomacia dominicana, y en fin, a los intereses nacionales que ésta defiende:
a) Perspectivas inciertas para las exportaciones hacia los países en dificultades financieras y el turismo.
b) Mayor atención de los países miembros en los problemas internos de la Unión Europea.
c) Papel creciente de Bruselas en el diseño de una política exterior común, lo que podría afectar las relaciones bilaterales o, al menos, comprometerla en una uniformidad que reduciría nuestro margen de maniobra.
d) Políticas proteccionistas o interés decreciente en la cooperación económica.
e) Menos ayuda para la cooperación o, en el mejor de los casos, mantenimiento de los mismos niveles en vista de la decisión de congelar por varios años el presupuesto de la Unión y los constreñimientos fiscales y políticas de austeridad que se vive en Europa.
f) El cierre del mercado laboral europeo a la inmigración y exacerbación de la xenofobia, lo que obligará a una atención consultar y monitoreo en aquellos países donde tenemos nacionales.
Es previsible que la
desaceleración
económica en algunos
países de la Unión
así como el desempleo
consecuencia de los
ajustes y del bajo
crecimiento, se refleje
negativamente en la
demanda de productos
extra-europeos.
Hay un marcado sentimiento anti-inmigrante
que ha servido de plataforma para ganancias
electorales de partidos derechistas, como es el caso
de Suecia, Holanda y Austria. Definitivamente,
Europa cierra sus puertas a los inmigrantes,
y la demanda de mano de obra producto de una
población que envejece será suplida con fuerza
laboral de Europa del Este.