Una carta dirigida a Dios entregada a los Reyes Magos

Un género muy especial para escribir son las cartas; en algunos casos ellas narran la historia de las vivencias de su autor, y las hay fam...

Un género muy especial para escribir son las cartas; en algunos casos ellas narran la historia de las vivencias de su autor, y las hay famosas en todas las variedades. Están las de aquellos que desnudaron sus sentimientos por un amor perdido o no correspondido, las hay instructivas, melancólicas, también están las que aún hoy día promueven el trabajo de evangelización del Apóstol Pablo.

La Sra.M. Filmore, co-fundadora del movimiento Unity, compartió que a veces ella escribía cartas a Dios: “Cuando entendía que algo merecía su atención...”; animada por esa inspiración, recordé las notas que de niña enviaba a los Reyes Magos, sin dudar que éstos pasarían por debajo de mi cama, la tomarían y la magia haría el resto. Te invito a escribir una carta para Dios y que alentados por la fecha la entreguemos a los Reyes Magos, quienes igual que llevaron sus presentes al niño recién nacido, la tocarán con la mirra de la eternidad, la embellecerán con el incienso, y con seguridad, desde la morada santa nos confirmarán las riquezas del reino celestial que recibiremos por la misiva.

Querido Dios: nos abrimos a una Nueva Década, confiados en que Tú nos guías, pues sentimos cómo tu “vara y tu cayado nos infunden aliento”. Reconocemos los talentos que nos has confiado y con ellos asumimos el compromiso de hacer algo. Ser lo mejor que podemos Ser, para nosotros mismos y para toda la humanidad.

Al pasar la vista a lo que pasó a lo largo de los diez años anteriores, nos dimos cuenta de que no importó cuánto hayamos avanzado para disminuir la distancia para comunicarnos con los lejanos, porque nos hemos distanciado más de los que están cercanos.

Avanzamos hasta descodificar toda la historia de la célula humana y nos deshumanizamos para tener más y más, de lo que al partir no vamos a llevar.

Hemos comprometido nuestros valores, creencias, en fin, nuestra conciencia, para hacernos de posesión, posición, prestigio, placer, y hemos desdeñado avanzar y, juntas las manos, hacer realidad tu exhortación: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Nos quedamos en “como a ti mismo” y hasta que “tsunami”, “huracán”, “cáncer” y otros males visiten nuestros hogares, se nos olvida que desde ese Centro de Poder que eres Tú en nosotros es que podemos realizar lo que realmente somos, más que carne, más que ojos, tus hijos amados. Confiados en ti, expandimos nuestra conciencia para ver más allá de la limitación de nuestros sentidos y comenzar a caminar por el nuevo sendero que juntos vamos a recorrer. Gracias, Dios.

Bendiciones multiplicadas.



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