Senderos: Las máscaras que llevamos en la escuela de la vida
Hay un gran número de celebraciones que promueven el uso de una máscara para ocultar el rostro. En nuestro país tenemos la fiesta de carnava...
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Hay un gran número de celebraciones que promueven el uso de una máscara para ocultar el rostro. En nuestro país tenemos la fiesta de carnaval y parece que hemos adoptado la práctica para todos los días del año, dando rienda suelta a nuestra necesidad de ocultar lo que somos.
Cada persona tiene diferentes facetas: lo que somos, lo que queremos ser, lo que aparentamos y lo que los demás ven o quieren ver en nosotros. Estas distintas “caras” de nosotros mismos, la mayoría bien escondida, nos llevan también a ocultar emociones y sentimientos que deben sanarse.
Hay una parte nuestra que nos resistimos a mirar, que hemos tapado con una gran piedra, con esto creemos cumplir con los roles impuestos por la sociedad, que a veces enmascaran nuestro verdadero ser. Hollywood lo presentó como “El Hombre Increíble”, sólo que contrario al hombre fuerte que emerge ante el hostigamiento o el falso afecto, muchas veces la respuesta nuestra nos coloca en un espacio de oscuridad y desolación.
“Algo huele mal en Dinamarca”. ¿Qué hemos acumulado en nuestra conciencia que huele mal? ¿Qué hay en esa parte que nos resistimos a mirar? Rencor, miedo, odio, emociones, sentimientos reprimidos, indecisiones, ansiedad, angustia, lamentación, pesimismo, vivir de las apariencias, rechazo a sí mismo, necesidad de aprobación... y al esconder el “mal” o daño dentro de sí el cuerpo ha reflejado dolor de estómago, jaqueca, depresión...
En un relato se dice que había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro.
Tras su muerte pasó cuatro días en el sepulcro. Hay muertes físicas y muertes sicológicas, estas últimas, al igual que a Lázaro, nos hacen pasar cuatro o más días sepultados y dejamos de bañamos, de arreglamos, estamos obsesionados, no hay descanso, ni apetito, fruto de sentimientos que desestabilizan el corazón y producen amargura. Nos colocan en una cueva oscura y solitaria tapada por nuestro ego, que nos martiriza recordándonos las palabras que debimos haber dicho y no pronunciamos, aclaraciones que nunca se hicieron, acciones que no se tomaron.
Remover ese obstáculo que se opone a nuestro avance mental, emocional y/o espiritual, en muchas ocasiones requiere de ayuda externa y en todos los casos nos recuerda que debemos abrirnos a la voz del Cristo interior.
Alégrate, se puede remover la piedra y salir:
1. Reconoce que esta experiencia llegó para pasar.
2. Lo que estás viviendo es la única cosa que podía haber sucedido. No te resistas a tu presente.
3. Lo que pasó, pasó, no te apegues.
4. Este es el momento para un nuevo comienzo. Avanza.
5. Da gracias, que la gratitud tiene un poder causativo. Da gracias siempre y en todo momento por el aprendizaje que te deja cada lección que recibes en la Escuela de la Vida.
Bendiciones multiplicadas.
Fuente: www.listindiario.com.do