Promesa: gozo ilimitado sin final

Luis García Dubus Santo Domingo Había dos hombres, sentados en el piso húmedo de una celda común dentro de una cárcel. Ambos están privados...

Luis García Dubus
Santo Domingo
Había dos hombres, sentados en el piso húmedo de una celda común dentro de una cárcel. Ambos están privados de su libertad y comparten las mismas condiciones incómodas del lugar, pero hay una gran diferencia entre ellos: uno está tan feliz que no puede dejar de sonreír, en tanto el otro está tan desgraciado que no puede dejar de llorar.

La causa de esta disparidad en la manera de ESTAR de cada uno es muy clara: El primero ya cumplió su condena y mañana a las ocho de la mañana lo ponen en libertad, mientras el segundo está condenado a muerte y mañana, a la misma hora, lo van a fusilar.

Dos personas pueden estar sintiendo lo mismo: frío, calor, hambre, dolor, lo que sea.  Pero cómo ESTÁN, no depende de lo que sientan en el presente, sino de la esperanza que tengan en el futuro.

Julián Marías, en su libro “La felicidad humana” dice lo siguiente: “Es evidente la radical amenaza a la felicidad que es la muerte: si fuera definitiva, toda felicidad sería un engaño, y, sin embargo se puede contar con la muerte si hay esperanza”.

La esperanza del cristiano no es un “ojalá”, como el que dice: “tengo esperanza de que no llueva mañana”. Es un “yo sé”, porque es una promesa del mismo Dios, y Dios es fiel, por lo que podemos tener confianza absoluta en lo que asegura. La mayor prueba nos la dio al resucitar a su hijo Jesucristo.

Afirma el Señor hoy: Los que sean dignos de la otra vida y de la resurrección de entre los muertos no pueden morir, y serán semejantes a los ángeles. Y son hijos de Dios, pues Él los ha resucitado.”                                           (Lucas 20, 35-36)
Resucitar: Ser dignos de la vida futura. Esto es lo único que da la razón a nuestra vida actual.  Dice San Pablo que “si la esperanza que tenemos en el Mesías es sólo para esta vida, somos los más desgraciados de los hombres, y nuestra fe sería ilusoria, vana.”        (1ra. Corintios 17-9).

La motivación de su vida era la resurrección. Lo expresa claramente cuando dice: “Quiero tomar conciencia de su persona (la persona de Jesucristo) de la potencia de su resurrección, para ver de alcanzar como sea la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3,10-11). Y esto da razón, inunda de sentido, e inyecta ilusión a cada día de nuestra vida. ¿Se imagina usted lo que será resucitar para ya no morir nunca más... a una vida sin problemas con un gozo ilimitado sin final...?

La pregunta de hoy¿Qué efecto produce en una persona confiar en Dios y estar seguros de su resurrección?
- Que no hay razón para tener miedo a la muerte ya que la muerte no es más que la culminación de la vida. Y quien pierde el miedo a la muerte pierde el miedo a todo.

- Que vale la pena esforzarnos para que esta vida tenga más calidad, ya que nuestros esfuerzos serán coronados con una vida de calidad absoluta.

- Que podemos vivir desde ahora mismo con más paz, tranquilidad, confianza y alegría. Aún en medio de un presente que nos invite a sentirnos mal, podemos estar bien, porque nuestro fundamento no es cómo nos sentimos, sino la confianza en la promesa de un gozo ilimitado sin final.

En resumen, que nuestra vida no terminará, solo se transformará en otra mucho mejor que esta, donde seremos absolutamente liberados del miedo, e inundados por el amor.

Y todo eso es fruto de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Él es el fundamento de nuestra esperanza cierta.

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